Fotografía por: Ivanna Mia Márquez

Por lo general soy la persona que hace las preguntas, y no el que las responde. Soy el chamo que se encuentra en una constante lucha por ponerle cara a esas historias que todos los venezolanos tenemos en nuestras cabezas y corazones, pero que a veces no podemos contar por miedo, vergüenza, o simplemente por la falta de espacios que nos permitan expresarnos libremente. Gracias al universo, Hearts on Venezuela existe, y hoy me ha tocado a mí hacer un recuento de las páginas que componen mi libro de vida y cómo veo a Venezuela a través de mis ojos.

Y bueno, supongo que, si quiero que me acompañen en este relato, lo más cortés sería presentarme: soy Pascual Díaz, tengo 26 años de edad, soy abogado de profesión, cantante de corazón y a veces un poco payaso por elección (pero eso es sólo en Twitter).

Toda mi vida he vivido en Maracaibo, vengo de un hogar en donde desde pequeño me repetían que tenía que estudiar y alcanzar muy buenas notas si quería ser exitoso. Por supuesto que al ser hijo de un profesor universitario y de una mamá súper estricta, este fue el pilar fundamental de mi crianza; si cumplía esta regla al cien por ciento, estaba seguro de que iba a poder tener dinero para viajar, y comprarme el carro o la casa de mis sueños, justo lo que mi papá había logrado gracias a sus estudios.

Desde pequeño siempre me esforcé por ser el mejor en todo lo que hacía. Sinceramente, nunca me comparé con otros, sino que me enfoqué en mí, en mis notas, en mis logros, en aprender otros idiomas, en participar en muchas actividades extracurriculares. También en ser elocuente, y escribir muy bien, porque si ya tienes buenas notas, y a eso le añades una buena oratoria y un vocabulario súper adornado para escribir, entonces “obviamente vas a conseguir un trabajo en el área que te gusta y que te pague mucho dinero.”

2017

En el año 2017, gracias a mis notas, a mi dominio del inglés y a todas esas actividades extracurriculares en las que había participado, me gané un puesto en un programa de intercambio académico del Departamento de Estado de Estados Unidos.

Así pues, el 02 de enero de ese año me monté en un avión con destino a Atlanta para estudiar justicia criminal por un semestre en Georgia College and State University CON TODOS LOS GASTOS PAGOS. Parece hasta de mentira, pero no lo fue. Todo lo que mis papás me habían dicho, nunca había tenido tanto sentido. Por fin estaba viendo los frutos de tanto estudiar e invertir tiempo en actividades que la mayoría de mis amigos consideraban “una pérdida de tiempo”.

Cuando comencé mis clases me di cuenta de que mi vocabulario adornado no era muy apreciado por mis profesores. Allá no valía el embellecimiento de las palabras, sino los argumentos y el pensamiento crítico. Con esto no quiero decir que en Venezuela eso no tenga importancia, claro que la tiene, pero a veces tendemos a darle más valor a la forma de las cosas que a su esencia.

Me adapté muy rápido al sistema americano, desde las clases, hasta la vida universitaria. Hice amigos provenientes de más de 100 países diferentes; canté; formé parte de 3 organizaciones estudiantiles; lavé ropa por primera vez en mi vida; viajé en carro, bus y avión por 6 estados; hice voluntariado, no me perdí ni una sola fiesta de las que se hacían todos los fines de semana (porque siempre estudioso, pero también rumbero), y para rematar, terminé el semestre con “straight A’s” y un puesto en el President’s list de la universidad ¿Qué más podía pedirle a la vida?

El regreso

Acostumbrarse a las cosas chéveres te toma una semana, pero acostumbrarse a lo feo, no es tan fácil. Mi regreso a Venezuela no fue nada cálido, pues volví a mi país en medio de las protestas en contra de las elecciones a la Asamblea Nacional Constituyente (sí, la ilegítima, ilegal, inconstitucional, etc.).

No podía ver a mis amigos porque había protestas en toda la ciudad, y mis servicios de electricidad, agua, internet y TV por cable como que se fueron de viaje a la playa, o no sé, pero sin explicación alguna dejaron de funcionar. Pasaba 24 horas del día mirando el techo. Y la cereza del pastel fue que aún después de tanto protestar, la ANC se instauró y nuestros derechos fueron cancelados y trasmutados en nuestras caras, como siempre pasa.

Me dije a mí mismo: “Mi mismo, no te vayas a volver loco que seguro todo esto va a mejorar cuando comiences las clases en la universidad”, pero no fue así. En tan solo un año pasé de compartir el aula de clases con otros 120 alumnos, a ser la única persona en el salón de clases, porque a veces ni mis profesores iban.

Me sentía muy solo

Mis amigos ya se habían graduado, y me sentía muy solo, estaba lleno de impotencia. Todos los días lloraba al llegar a mi casa y me hacía mil preguntas: “¿Cómo es posible que no haya luz en la universidad? ¿Cómo voy a presentar un examen emparamao’ de sudor? ¿Por qué el profesor no me avisó que no iba a ir a la clase y me hizo gastar dinero en un taxi por gusto?” Yo que soy histriónico y dramático desde 1994, y el universo que me viene a poner estos desafíos en el camino…

Ese mismo año comencé a trabajar por internet haciendo traducciones para una empresa de Costa Rica que me pagaba $1 por hora. Para mí era algo increíble porque nunca había trabajado y por fin iba a poder manejar mis propias finanza; ya no iba a tener que pedirle dinero a mis padres. Pero el trabajo resultó ser muy distinto a lo que yo esperaba.

Mis jefes eran unos patanes que pensaban que tenía que aguantarme sus malos tratos y nunca iba a renunciar porque era venezolano, y “todos los venezolanos estaban pasando mucha necesidad”, caso que, gracias a Dios, no era el mío. Sí, esta es una realidad muy dura para muchísimos venezolanos que hemos tenido trabajos por internet sub-pagados, en donde nos minimizan y se aprovechan de nosotros. Seis meses después, tomé la mejor decisión de mi vida, y renuncié.

2018

En julio de 2018 me gradué de abogado con honores, viví momentos llenos de demasiada felicidad, fui el mejor promedio de mi promoción y hasta di el discurso en la graduación. Obviamente, pasé una semana entera de fiesta, y cuando me desperté, aún con un poco de resaca, me hice la siguiente pregunta: “Ajá Pascual ¿Y ahora cuál es el plan?” Pues no tenía uno.

Al parecer, mi momento de gloria se había acabado y ahora tenía que ingeniarme un plan para construir mi futuro, pero a mí nadie me había hablado de esta parte. Yo pensaba que todas las oportunidades se me iban a dar solas porque yo hablaba tres idiomas y me había graduado Magna Cum Laude ¡Pues no mi ciela!

A diferencia de muchos de mis amigos, yo me rehusaba a trabajar en un bufete de abogados que me pagara sueldo mínimo porque sentía que me merecía algo mejor. Me tocó recurrir a mis otros talentos, y de vez en cuando cantaba en fiestas o misas y así ganaba algo de dinero extra que me venía muy bien para usarlo el fin de semana cuando saliera con mis amigos.

Debo admitir que en ese punto de mi vida muchos sentimientos negativos inundaban mi cabeza. Siempre me conseguía a mis ex compañeros de estudio en la calle y ellos me decían: “Seguro ya tienes planificado todo para irte a hacer un posgrado arrechísimo fuera de Venezuela”, o “Seguro ya estás trabajando con un bufete de los grandes”, y yo les decía con mucha vergüenza que solo estaba cantando en misas, y sus caras eran un poema: “no puede ser ¿en serio?”, “¡pero si tú eras tan buen estudiante!”, “¿Por qué no te has ido? Aquí en Venezuela no vas a lograr nada, nunca”.

Y ahí fue cuando comencé a sentir que todo lo que había logrado hasta el momento no valía de nada, que ese “trabajo soñado” no era posible de alcanzar en Venezuela y que nunca iba a poder independizarme de mis papás.

Y a esto le añadimos más y más preguntas: ¿Por qué mis amigos de Estados Unidos tienen trabajos tan buenos y yo no? ¿Por qué todos mis amigos en Asia tienen acceso a tantas oportunidades y yo no? ¿Por qué tuve que nacer en Venezuela? ¿Por qué me tocó a mí vivir mi juventud profesional en esta época y no en la “época de la bonanza”?

Lo que no sabía en ese momento era que las respuestas las tenía yo: ¿Por qué carajo tengo que llenar las expectativas de los demás? ¿Hay algún problema si sólo quiero cantar? ¿Es que acaso eso me quita los méritos académicos que yo mismo me sudé? Si viviendo en Venezuela ya había conseguido una oportunidad de tal magnitud ¿Qué me impedía conseguir otra igual para hacer un posgrado? Pues mi único obstáculo era yo mismo, pero estaba muy ciego para verlo.

2019

El inicio del 2019 fue duro. El apagón nacional nos cambió la forma de vivir. Mi hermana vive en Estados Unidos, y siempre le digo que Venezuela es otra después de ese primer apagón, que lo que ella dejó aquí no es lo mismo que se va a encontrar cuando algún día regrese.

Sólo bastaron 6 días para destrozar lo poco que quedaba funcionando en el país. No había gasolina, los negocios familiares de mis amigos fueron saqueados, se dañó toda la comida que había en nuestro refrigerador, y a parte, cuando “volvió la luz”, llegaron también los benditos racionamientos eléctricos. Imagínense pasar 12 horas diarias sin luz con los 35° centígrados que hay en Maracaibo ¡Una sabrosura! Pero mejor cambiemos de tema y no hablemos de esta desgracia, porque al hacerlo siento algo muy feo en el estómago que no puedo explicar con palabras

A pesar de este suceso, el 2019 también trajo consigo muchas cosas que me llenaron de felicidad, entre ellas, el nacimiento de Hearts On Venezuela (sí amigos, ya cumplimos un año) y la posibilidad de tomarme un poco más en serio la música. En mayo de ese año pude presentar por primera vez mi propio show musical como solista en un restaurante reconocido de la ciudad. Poco a poco se fue corriendo la voz y en un abrir y cerrar de ojos la música pasó a ser el eje central de mi vida, y cerré el año con más de 40 presentaciones.

En algún momento de ese año abrí los ojos, tomé la decisión ver mi vida desde otra perspectiva, y comencé a sentirme capaz; capaz de derribar los obstáculos que vivir en Venezuela me presentaba, capaz de reunir dinero, capaz de aguantar 12 horas sin luz y no permitir que eso me convirtiera en un ser humano infeliz, capaz de viajar, de estudiar, de comprarme la ropa que quería, un teléfono nuevo, y hasta un carro, TODO YO SOLITO.

Esas cosas que veía tan lejanas ahora estaban al alcance de mis manos, y todo esto lo logré trabajando en lo que amo: la música y las traducciones con propósito ¿Qué podía salir mal? Y la respuesta a esto la tiene mi amiga Cardi B: “KARANAVAAIRUZ!”

2020

Al principio de la cuarentena no estaba muy preocupado por reinventarme. Sinceramente estaba más enfocado en quejarme porque no iba a poder celebrar mi cumpleaños como quería. Hearts On Venezuela me daba mucho trabajo porque todos los días salía información nueva sobre el virus en Venezuela, así que eso me mantenía bastante ocupado. También comencé a subir videos cantando a Twitter; algunos se hicieron medio virales y hasta Ricardo Montaner me echó piropos (¡Como que la cuarentena no está tan maluca!).

De igual forma, me vino a la mente la idea de comenzar a recopilar historias como esta que están leyendo en este preciso momento, y así es como, gracias a un increíble trabajo en equipo, nació #VenezolanosEnVenezuela. Está bastante chévere ¿verdad? No se imaginan cuánta satisfacción me da leer las historias, y saber que en Venezuela aún hay personas ingeniosas, disciplinadas y llenas de ímpetu para crear música, proyectos innovadores de todo tipo, generar fuentes de ingreso, crear para bien.

Sin embargo, poco tiempo después entré en desespero, me había quedado prácticamente sin ahorros y se habían suspendido todos los eventos en los que iba a cantar ¿Y ahora qué hago? ¡BUENO MIJO PUES USTED SE REDISEÑA! ¡HAGA UNA LISTA DE LAS COSAS QUE SABE HACER, Y PIENSE EN UN PLAN PARA EJECUTARLAS! Pero no fue tan fácil, me tomó varios meses pensar qué podía hacer durante la pandemia.

Ya se me había olvidado lo mucho que me gustaba enseñar a otros a comunicarse y a conectarse con el resto del mundo.

Entonces, ya que me había ganado unos cuantos followers en Twitter por mis videos cantando, se me ocurrió la idea de subir un flyer ofreciendo mis servicios como profesor de inglés y traductor, y así llegaron varios alumnos a mi vida. Ya se me había olvidado lo mucho que me gustaba enseñar a otros a comunicarse y a conectarse con el resto del mundo. Se siente demasiado bien volver a esas andanzas.

También comencé a trabajar como consultor para una empresa de diseño de exteriores ubicada en Estados Unidos, y como buen freelancer me adapto fácil y me ha tocado aprender sobre plantas y materiales de construcción. Pasé de tener mucho tiempo libre a estar ocupado desde que me despierto hasta que me acuesto a dormir ¡Creo que ya hasta me extrañan en Twitter!

No crean que me olvidé de eso que les conté al principio sobre los estudios y las buenas notas. Amo estudiar y aprender cosas nuevas todos los días porque siento que los seres humanos estamos incompletos si nos rendimos ante la ignorancia y, quizás, si ese hubiera sido el caso, estos espacios no existirían, y nuestras voces no pudieran ser escuchadas.

Estudiar y obtener buenas notas es muy importante, pero no lo es todo en la vida. Esto no determina nuestro éxito por dos razones: la primera, es que el éxito es algo personal, yo alcanzo el éxito de acuerdo con mi visión de éxito, no con la visión que tengan los demás, y segundo, porque estas notas no te hacen la persona más capacitada, ni la más inteligente.

Cuando somos pequeños no nos entregan un manual para saber qué hacer en estas circunstancias tan difíciles que vive el mundo entero; mis papás no me lo enseñaron, y quizás los tuyos tampoco, pero te aseguro que las respuestas están dentro de nosotros mismos porque cada ser humano es capaz de construir un proceso de rediseño único, adaptado a si mismo y a sus circunstancias.

A ti, que estás leyendo esto, y especialmente si eres venezolano, te pido que trabajes arduamente por alcanzar eso que tienes en mente, que no permitas jamás que un promedio de notas o el país donde naciste o vives actualmente determine tu éxito, pues eso sólo lo decides tú. No permitas que nadie, nunca te imponga su visión del éxito.

Y, por último, desde mi corazón, a aquellos que como yo aún están aquí en Venezuela, los invito a rodearse de personas creativas, inteligentes, valientes, agradecidas y trabajadoras para poder recuperar, poquito a poquito, todo lo que nos han arrebatado.

¡Gracias! ♥