Hola a todos, mi nombre es Raul Ibañez, tengo 27 años y tengo muchas historias para contar que son parte fundamental de lo que soy. 

El 29 de noviembre del 2016 salí de Maracaibo con destino a Buenos Aires Argentina, sin saber todo lo que me esperaba.

El plan era el siguiente: mi novio y yo íbamos a tomar un avión desde Maracaibo hasta Caracas, y desde allí hasta Bogotá, en donde pasaríamos dos días para seguir nuestro viaje por tierra hasta Argentina. Lamentablemente, la aerolínea nos vendió los boletos con la horas equivocadas y yo no lo noté, así que mientras nosotros íbamos en el avión hacia Maiquetía, nuestro vuelo hacia Bogotá ya había despegado.

Así fue como nuestra llegada a Bogotá se atrasó, y la persona que nos iba a recibir durante esos dos días, nos dijo que ya no podríamos quedarnos allí. Estábamos en el aeropuerto de Bogotá sin saber dónde dormiríamos. La adrenalina era indescriptible.

En vista de nuestra situación, decidimos que lo más viable era salir a Buenos Aires ese mismo día, así que nos fuimos al terminal de buses directamente. Cuando llegamos allí, nos dijeron que los boletos que habíamos reservado por $200 USD cada uno, habían subido de precio porque ya estábamos en diciembre, y que el viaje más cerca era a la semana siguiente. 

En ese momento pensamos en devolvernos a Venezuela, pero mi novio recordó que tenía una prima con la que no hablaba desde hacía tiempo, y que vivía en Bogotá. Él la contactó, y ella nos salvó la vida, nos recibió en su casa a las 8pm.

De inmediato comenzamos a buscar cómo podíamos llegar a Buenos Aires lo más pronto posible, y que no nos costara una fortuna. Con mucha suerte encontramos un vuelo a Buenos Aires el 21 de diciembre desde Medellín. El precio era excelente y lo compramos. 

Luego de 7 dias en Bogotá, ya era tiempo de irnos a Medellín, así que me puse en contacto con la única persona que conocía allá, un amigo que había sido transferido a esa ciudad por cuestiones de trabajo. Le expliqué la situación que nos estaba pasando, y aunque nos dijo que estábamos locos por hacer eso, nos dio su dirección y nos dejó las llaves de su casa con el vigilante pues íbamos a llegar a su apartamento mientras él estaba en el trabajo.

Estuvimos en Medellín 13 días, hasta el 21 de diciembre. La pasamos genial allí, pero a la vez también teníamos mucha ansiedad por la incertidumbre. 

Cuando finalmente llegó el día del vuelo, nos fuimos al aeropuerto con la mente positiva, pensando que todo iba a salir bien, pero ¿adivinen qué? En migración nos detuvieron porque supuestamente nuestros pasaportes eran falsos. Yo me sentía en Alerta aeropuerto. Por suerte solo estuvimos allí por 30 minutos ya que se dieron cuenta de que nuestros pasaportes eran reales, así que nos dejaron ir.

Llegamos a Buenos Aires sin más percances, y comenzamos a salirnos de nuestra zona de confort, no éramos turistas, éramos migrantes.

Creo que lo mejor de mi experiencia como migrante fue adaptarme a este nuevo ritmo de vida, nuevas vibras, nueva gente y una ciudad gigante. Esos meses definieron mi personalidad  y me ayudaron más a sobrevivir todo lo que vendría más adelante. Aún sin dinero, había mucho que celebrar, y no había razones para quejarme.

Fueron exactamente diez meses donde tuve más de 9 trabajos, prácticamente tuve uno por mes. Algunos duraron dos días o una semana, y en otros sí duré un par de meses.

El peor de esos trabajos fue en una cocina asiática en un sótano donde básicamente mi trabajo era picar una cantidad inimaginable de vegetales. Era un restaurante vegetariano de comida por peso. Un día me caí por las escaleras que iban del sótano al salón, y el dueño me dijo: “Mucho problema, mejor no venir más”, y así fue como me despidieron.

Buenos Aires no se caracteriza por ser la ciudad con más facilidades para alquilar un departamento, hay muchas trabas. Esto nos llevó a mudarnos 3 veces en 2 meses, nos quedamos sin dinero, y yo apenas trabajaba algunos días. Mi novio era quien se encargaba básicamente de todo.

Desde que llegué a Argentina he estado rodeado de personas maravillosas que hoy en día son mi familia. Éramos unos chamitos migrantes de 21 años cuando llegamos a este país, pero hoy en día somos hermanos.

Pero esta historia dio un giro 180 grados, y en octubre de 2017 empezó una de las aventuras más  largas, emocionantes e inimaginables que he vivido. Tuve una entrevista de trabajo en la que pensaba que estaban buscando a un agente de aduanas. Me seleccionaron para el trabajo, pero lo mejor estaba por venir.

Resulta ser que no estaban buscando a un abogado o agente de aduanas, sino a un sales associate onboard de la cadena de duty free más grande del mundo y la posición era a bordo de barcos de cruceros que viajaban por el mundo entero. Estaba en shock. 

Yo pensaba: “Esto es lo que siempre había querido en mi vida, viajar por el mundo entero y que además me pagaran por eso, pero esto no puede ser verdad, esto tiene que ser una estafa”.

Todo resultó ser tan cierto que el 10 de octubre del 2017 estaba volando desde Buenos Aires a la ciudad de Barcelona para embarcar uno de los barcos de la empresa italiana Costa Cruceros, sí, a esa a la que se le hundió una vez un barco.

Mi primer día dentro de un barco fue como entrar literalmente a un nuevo mundo que no tenía ni idea que existía pero sí, ahí estaba y bueno una vez más tuve que salir de mi zona de confort. Esta vez tenía que hablar en otro idioma con gente de más de 120 nacionalidades. Estaba allí, pero no creía que eso fuese real. 

En esos primeros seis meses visité más de 12 países, desde Petra en Jordania hasta Atenas en Grecia.  ¡Hasta un día me desperté y nos dijeron que nos quedaríamos en Dubai por tres meses!

En la actualidad, sigo siendo tripulante de cruceros solo que por la pandemia, las operaciones están suspendidas hasta que los protocolos sean lo suficientemente seguros para volver a navegar.

¡Este tiempo en casa también ha sido increíble!  Después de cierto tiempo de llevar una vida de estar en todas partes y en ningún lado al mismo tiempo, esto representa un símbolo de estabilidad y de permanencia en un lugar, o al menos así lo veo yo.

Hoy estoy viviendo lo que el mundo entero vive, entendí que los planes cambian todo el tiempo y que tenemos que adaptarnos. Aún siento que las aventuras no terminan, tengo energía para mudarme una vez más, pero no por situaciones externas a mi como cuando salí de Venezuela, sino por voluntad propia.

Pasaron 4 años desde que decidí salir de mi país y aunque siempre supe que esto pasaría, la situación me empujó a hacerlo de manera acelerada. Desde entonces he aprendido a disfrutar los cambios que llegan a mi vida, y me he dado cuenta de que siempre aspiro a más.