Hola, mi nombre es Neisser, tengo 25 años de edad y nací en Maracay, Venezuela. Mis padres son venezolanos, pero mis abuelos son sirios; ellos huyeron de Siria durante la segunda guerra mundial buscando una mejor calidad de vida tanto para ellos como para el resto de su familia. En esa época Venezuela era la tierra soñada, un país lleno de oportunidades para todos los migrantes que venían del Medio Oriente y Europa. Ellos empezaron una vida desde cero aquí, no hablaban español, tampoco conocían a nadie, sólo tenían ganas de vivir mejor, de tener una vida tranquila.

Según lo que me ha dicho mi padre, su camino fue muy duro: primero llegaron a Barinas y vivían en una casa ubicada lejos de todo, caminaban diariamente alrededor de 15 km hasta llegar a un pozo para buscar agua, no tenían dinero para pagar para algo mejor, así que vivieron de esa manera durante 6 años hasta que mi abuelo decidió mudarse a una ciudad, Maracay. Aquí lograron alquilar algo en un barrio popular y a pesar de que el alquiler era barato, no tenían dinero para comprar muebles para la casa, por lo que dormían en el piso con sábanas para que no fuese tan incómodo. Fue una niñez difícil para mi padre, desde los 8 años él salía a vender comida que hacía mi abuela para poder generar ingresos para vivir. A mi padre le apasionaban los estudios, pero sólo logró estudiar hasta tercer año de bachillerato porque no podía trabajar y estudiar a la vez; fue muy difícil y tuvo que abandonar los estudios.

No había nada para comer.

Por otro lado, mi madre, nació en Caicara Del Orinoco, estado Bolívar. Mi madre no recuerda a su padre porque este murió por una mala praxis cuando ella sólo tenía dos años de edad, mi abuela se quedó sola con 7 niños, sin familia en Venezuela que la pudiese ayudar, solo tenía a sus hijos mayores de 14 y 15 años que salían a trabajar vendiendo almohadas y comida. A la vez, mi abuela trabajaba todo el día limpiando y planchando en casas de familia mientras que uno de sus dos hijos mayores se turnaban para cuidar a sus hermanos menores. También fue una niñez muy dura y difícil, mi madre me dice que muchas noches mi abuela calentaba agua en una olla y les prometía que la cena iba a estar lista pronto, pero de tanto esperar, ellos se quedaban dormidos; la realidad era que no había cena, no había nada para comer. Así como mi padre, mi madre sólo pudo estudiar hasta el primer año de bachillerato.

Esa es la realidad de personas que son cercanas a mí y que se vieron obligadas a abandonar su país para conseguir algo mejor, desde cero. No es romántico, no es “superación”. Abandonar lo único que conoces es triste, atroz, desgarrador y te marca por siempre. 

Yo no tuve una niñez tan complicada como la de mis padres, mi vida no estuvo llena de lujos ni extravagancias, pero vivía bien, comía bien, podía estudiar y no me faltaba nada. Crecí en un barrio; me encantaba manejar bicicleta e ir a la casa de la señora Mercedes a las 10 de la noche para comprar helados de teta, hasta que bueno, su perro me mordió y más nunca fui, pero 15 años después, la señora Mercedes sigue vendiendo helados de teta y siguen siendo los mejores helados de teta que he probado en mi vida. Terminé el colegio, quería estudiar medicina, pero no quedé seleccionada así que por eso, muy decepcionada decidí inscribirme en una universidad privada para cursar algo “mientras tanto” y así fue como me gradué de Licenciada en Ciencias Gerenciales mención mercadeo, sí, es un título muy largo, así que te lo resumo: Administración de Empresas.

Yo trataba de encontrar una forma de poder explicar cómo era posible que alguien fuese capaz de asesinar a una persona solo porque sí.

Mientras estaba estudiando esa carrera, pasé por una crisis existencial muy fuerte en el 2014 porque veía que todos mis amigos se iban del país, sentía que aquí yo no tenía futuro. Una estudiante universitaria, Génesis Carmona, fue asesinada en las protestas de ese año de un tiro en la cabeza, y yo trataba de encontrar una forma de poder explicar cómo era posible que alguien fuese capaz de asesinar a una persona solo porque sí; hasta ahora no lo entiendo, y aún me duele su muerte y la de todos los estudiantes que alzaron su voz hasta el final. No son héroes, no dieron su vida por un país, realmente un grupo de hijos de puta les arrebató la vida y eso jamás podemos olvidarlo, ellos son víctimas, son personas que pensaban que iban a volver a su casa después de protestar por su futuro, pero eso nunca  pasó, los apagaron para siempre. 

Yo ya no quería vivir más aquí, caí en una depresión muy fuerte porque no quería seguir viviendo en un país en donde respirar ya era un lujo. Le comenté a mis padres que quería emigrar, me convencieron de que terminara la carrera porque solo me quedaban pocas materias y así lo hice, me gradué y estaba lista para irme, pero mi familia es muy conservadora, pues son árabes y de acuerdo a sus costumbres la familia debe permanecer unida así que tuve que luchar mucho para que lograran aceptar el hecho de que yo no quería vivir más aquí.

Durante esta época recuerdo que twitteaba todos los días acerca de lo inconforme que estaba con la situación del país, sobre todo lo que pasaba en mi vida, utilicé la red social como un escape de mi realidad de ese momento, como terapia, empecé a ver interacciones, la gente se sentía identificada con lo que yo publicaba, aunque fuese de forma digital; dejé de sentirme sola, pero igual me dolía porque no estaba haciendo lo que me gustaba, yo quería trabajar en una multinacional y lograr cosas increíbles, poder ejercer mi carrera, pero en aquel entonces no había oportunidades de empleo.

Empecé a subir vídeos diarios porque me gustaba y sentía que estaba acompañada por gente a la que le pasaban cosas similares a las mías.

Seguí usando twitter hasta que en diciembre del 2018, subí mi primer video a internet, la receptividad fue magnífica y empecé a subir vídeos diarios porque me gustaba y sentía que estaba acompañada por gente a la que le pasaban cosas similares a las mías. Empecé a twittear de forma más creativa, hacía denuncias de lo que pasaba pero siempre tratando de que fuese con un tono gracioso, porque mi objetivo era que la gente se sintiese identificada pero se riera de eso, no quería caer en un hueco emocional, aunque bueno, en realidad los venezolanos vivimos en un hueco emocional desde que nacimos, pero igual podemos reírnos en el hueco y en esos huecos hay eco, así que nos oímos más fuerte.

Descubrí que me motivaba ver que la gente se reía de mis tweets y vídeos, eso me hacía sentirme bien conmigo misma porque sentía que estaba ayudando a alguien mientras yo me ayudaba a mí misma, era increíble, y es así como mi sueño dejó de ser trabajar en una multinacional y pasó a ser vivir para escuchar risas de la gente, pero no tenía idea de dónde iba a trabajar o si iba a conseguir trabajo porque no tenía experiencia en la comedia. Quería ser guionista, o por lo menos acercarme más a ese mundo, hacer stand up, intentarlo, pero yo soy una persona que sufre de miedo escénico, me da miedo todo lo que tenga que ver con el contacto humano porque soy muy ansiosa y cerrada.

Sin importar todo esto, me arriesgué por primera vez en el Teatrex el Bosque en Caracas en noviembre del 2019, logré controlar mis miedos durante 5 minutos y escuché reír a esa sala de 40-50 personas durante 5 minutos. Había pasado 24 años de mi vida tratando de encontrar qué podía emocionarme y hacerme realmente feliz y lo descubrí ese día cuando vi que hice feliz a otras personas al contarles un simple chiste, fue como que algo dentro de mí me dijo: “¿Viste marica? perteneces aquí, esto es lo tuyo, te da miedo pero mírate por dentro, pareces el castillo de Disney un 24 de diciembre”. 

No me da vergüenza de admitir que cuestiono mucho las cosas que hago, que quizás conseguí muchas cosas por suerte y no porque tengo “talento”, suelo constantemente minimizar mis logros porque me parece que no son tan “increíbles” pero escribiendo esto me estoy dando cuenta que he logrado cosas, que quizás no soy la mejor haciendo lo que me gusta, pero me gusta, que lo disfruto y por eso debo aferrarme a ello; por primera vez en mucho tiempo siento que puedo hacer cosas en este país, que tengo un espacio y una voz.

Esto no quiere decir que de repente decidí quedarme en Venezuela porque creo que es el mejor país del mundo, no, Venezuela está mal, todos estamos mal y es muy difícil vivir aquí, es como vivir todos los días dándote coñazos en el dedo meñique del pie, pero hay trabajo por hacer y mientras haya trabajo y ganas de reír, seguirá habiendo vida, y aunque a veces estemos sumergidos en depresión,aquí estoy y aquí estaré hasta que esto deje de hacerme feliz.

Me encantaría seguir escribiendo pero está lloviendo y en cualquier momento se puede ir la luz, besitos, esta fue mi historia, que todavía no acaba. Hoy soy guionista de comedia, mañana quizás sea dueña de un bodegón-gasolinera llamada tuarabita2000, mentira, eso último no va a pasar. Chau <3

Neisser en una entrevista en la radio.