Soy Jeannette Makenga, pertenezco a la congregación de las hermanas Misioneras de Cristo Jesús.  Soy la fundadora y actual directora del Centro de Promoción Integral del Niño (CEPIN). Nací en la República Democrática del Congo en África, y llevo 25 años viviendo en el Barrio Etnia Guajira en Maracaibo, Venezuela.

Desde mi infancia me he inclinado por servir a los demás. Pertenecí al grupo de la legión de María, donde teníamos que realizar apostolado en servicio a la gente más vulnerables. De allí nació mi vocación misionera.

Fui enviada a Venezuela y apenas llegué me asignaron a la comunidad wayuu del barrio Etnia Guajira de Maracaibo.  Llegué acá debido al alto índice de niños desnutridos que había, según un censo realizado por la Arquidiócesis de Maracaibo en 1993. 

Me motivé a trabajar con los niños, mujeres embarazadas y lactantes porque el primer día que llegué a este barrio entré a una parcela para tomar unas hojas de auyama que estaban allí. Recuerdo que eran las tres de la tarde.

Cuando entré vi que una señora estaba barriendo el piso, y ella, al verme se puso nerviosa. Le pregunté por qué se sentía así y ella me dijo que había soñado conmigo la noche anterior. Me dijo que en su sueño yo le había dicho que venía a trabajar con ellos en el barrio y que venía de muy lejos. Debo que reconocer que el pueblo Wayuu cree en los sueños. 

También en ese mismo sueño yo le dije que su hija mayor estaba enferma y que teníamos que llevarla al hospital porque si no se iba a morir. Justo antes de que yo llegara ella estaba barriendo para alejar al sueño y que no se hiciera realidad, y cuando se volteó, me vio y sintió miedo.

Entonces yo le pregunté que en qué podíamos trabajar aquí, porque su sueño era real; yo había sido enviada para ayudar a este barrio. Me miró y me dijo: “De verdad fuiste enviada por Dios. Tenemos un problema, hay muchos niños que no pueden tomar leche materna y se mueren por desnutrición ¿Qué podemos hacer?”

En ese momento pensé: “Los niños desnutridos son seres humanos condenados a la fatalidad, son como un barco a la deriva. Si me ocupo de los niños, tendremos adultos productivos y prometedores en el futuro”. Fue allí cuando comencé a reclutar gente de la comunidad para apoyar la recuperación nutricional de los niños.

La señora Amalia fue mi mentora, ella fue quien me introdujo en las familias de nuestra comunidad. También se nos unieron tres mujeres más y así comenzamos a cocinar a la leña chichas de mango con maíz que era repartida a 25 niños que elegimos después del censo que se hizo para el diagnóstico.

A los tres meses fuimos al Instituto Nacional de Nutrición para pedir alimentos. Nos dieron Lactovisoy. Se lo dábamos a los padres de los niños para que lo hicieran en sus casas, pero al pasar el tiempo veíamos que los niños no se recuperaban. Eso me indignó, y decidimos prepararlo nosotras mismas y dárselo a los niños en un local que habilitamos. Al cabo de un tiempo vimos el cambio en los pequeños. Concluimos que en las casas los mayores se tomaban el alimento y los niños solo observaban.

Al ver que los niños se recuperaban, los miembros de la comunidad comenzaron a traer a más niños y fue así como llegamos a tener 350 niños en nuestro Centro, donde reciben educación, tareas dirigidas, cultura de paz, derechos del niño etc.

Mi alegría ha sido grande porque he visto a muchos niños que han estudiado y han llegado a la universidad. Tienen sentido de pertenencia para con el Centro, ya que siempre vuelven para ayudar, para reconectarse con sus raíces.

También he sentido tristeza porque he visto muchos niños morir por falta de atención médica, por negligencia o por llevarlos primero a un chamán antes que a un médico. A pesar de la frustración que esto puede causar en mí, no he perdido la motivación para seguir trabajando en pro de la vida de los niños.

Yo creo en la gente, y camino a su lado enseñándoles sobre el respeto del ser humano, y su dignidad. He visto que las mujeres se han empoderado, se han puesto otros lentes para ver la realidad que les rodea. Cuando miro hacia atrás veo que ese camino que estaba tan lleno de barreras culturales y escepticismo hoy está abierto al cambio. Las mujeres que fueron víctimas de abusos hoy defienden a sus hijas, la historia ya no se recicla, se transforma.

Yo sigo creyendo en los venezolanos y en las venezolanas como personas capaces de triunfar. Por eso estoy trabajando con los niños, las mujeres y los jóvenes para poder generar un cambio, aunque sea en nuestro mundo, para que este lugar en donde me ha tocado vivir sea un lugar mejor.

Lo que estamos viviendo nos servirá mucho para reconstruir nuestra patria. Siento que la gente tiene muchas ganas de salir hacia adelante y creo que el trabajo que hemos hecho hasta los momentos es sólido, solo hace falta motivar a la gente para conseguir que se entreguen a plenitud.

Desde hace un año trabajamos de la mano con Unicef. El programa es grande y está compuesto por cinco ejes: educación, salud, nutrición, WASH y protección. Con un equipo de 42 promotores hemos extendido nuestra atención a 25 comunidades de los alrededores. Estoy viendo los frutos de nuestro esfuerzo. Las comunidades están comprometidas en su desarrollo y he sentido y vivido la generosidad que mucha gente ha tenido para con este proyecto.

También trabajo de la mano con la Fundación Isabel Martin que nos ayuda con un proyecto de seguridad alimentaria donde las familias, siembran, producen, comen y venden el excedente. El desarrollo es palpable al ver que los beneficiarios del proyecto alcanzan la independencia económica con su propio esfuerzo.

Todo ha sido una bendición, la tierra venezolana ha sido una bendición y no tengo palabras para agradecer a mis héroes anónimos porque gracias a ellos sigo adelante en este lugar, haciendo que cada vez sea mejor.

Sueño con una Venezuela sonriente donde todos se abracen como hermanos sin pensar que te van robar o a matar por un par de zapatos y donde los niños tengan protección y puedan ser escuchados, amados y sus derechos sean respetados. Desde mi rincón visibilizo a una Venezuela próspera, motorizada por esos niños que han pasado por mi Centro, sueño con una Venezuela mejor.