¡Hola! Soy Luisana Castellanos y tengo 27 años de edad. Salí de mi país el 19 de abril del 2017 y actualmente vivo en Buenos Aires, Argentina.

Considero que está de más decir que mi despedida en el aeropuerto de Maracaibo ha sido una de las experiencias mas fuertes que he vivido. Sin embargo, al llegar al Aeropuerto Internacional de Maiquetía se fue la luz, y esto fue una señal de que no importaba cuán duro era el camino que estaba tomando, mi decisión era la correcta.

No quiero que se malinterprete lo que estoy por decir. Yo amo mi país y mi ciudad, pero creo que no es mi lugar, yo sabía que tarde o temprano me iría, pero existe una GRAN diferencia entre irte por decisión propia, y que te empujen fuera de tu país y no te den otra opción. Y mi caso, es el último, aunque quisiera que hubiese sido el primero.

Justo antes de venirme a Argentina los robos, muertes, entre otras cosas, llegaron a mi círculo social/familiar y esta fue una alerta que no podía seguir ignorando.

Luisana y sus familiares en Navidad

Al momento de migrar me decidí por Argentina, porque mi hermana ya estaba aquí, obtener los papeles es más sencillo que en otros países y lo vi como la mejor opción para poder trabajar en mi área como Ingeniera Industrial. Me considero una persona muy afortunada y hasta ahora no me arrepiento de la decisión que tomé.

Durante los primeros meses, tuve el apoyo de mis papás y el de mi hermana; fueron exactamente 3 meses los que estuve desempleada. Debo admitir que estaba angustiada, porque, aunque estaba respaldada económicamente, me sentía culpable.  Fui a muchas entrevistas de TODO tipo desde project manager en Movistar Argentina, hasta Burger King, no me importaba nada, yo solo quería trabajar.

Finalmente conseguí trabajo en una tienda de decoración como vendedora, después me ascendieron a encargada de una sucursal. El trabajo básicamente era el mismo, pero con diferentes grados de responsabilidad. Tuve que hacer cosas que jamás había hecho ni imaginaba hacer: decorar lugares, colgar espejos, bajar cajas, mover muebles, ordenar el depósito, y no olvidemos la atención al público que sabemos suele ser complicada.

A pesar de esto, las personas que conocí en ese lugar hacían todo mucho más ameno. Tengo la dicha de decir que en ese trabajo gané grandes amistades que siento que conozco desde hace mucho tiempo y fueron una de las razones principales por las cuales duré 2 años ahí.

Hoy en día trabajo como consultora en una importante empresa petrolera del país en el área de Business Intelligence, donde una vez más tuve y tengo la dicha de interactuar con seres humanos increíbles, dispuestos a enseñarme y escucharme.

Debo admitir que cuando comencé a trabajar aquí no sabía nada de lo que trataba la gerencia. Literalmente tuve que googlear qué significaba BI. Este trabajo lo conseguí gracias a la versatilidad que me dio el hecho de trabajar en atención al público, al parecer le saqué provecho a mi trabajo como vendedora y me vendí en la entrevista jaja. Por suerte algo vieron en mí y agradezco mucho que me hayan dado esta oportunidad.

Luisana y algunos compañeros de trabajo

Más que hablarles de todos los momentos grises que como migrantes tenemos que pasar, quise dar un propósito optimista a mi historia, para así poder resaltar todas las bendiciones que han llegado a mi vida desde que pisé Argentina.

Si pudiera darle un mensaje a alguien que está a punto de migrar sería lo siguiente: estás a punto de dejar tu hogar, tus recuerdos, tu todo. Es tu decisión, tómate tu tiempo y digiere todo lo que ello implica, pero, sobre todo, debes comprender que vas a un país que no es el tuyo. Es decir, no todo va a ser igual a lo que estás acostumbrado, pero eso no está mal. Date a ti mismo la oportunidad de abrir tu mente y adaptarte a esta nueva cultura sin perder tu esencia.

La nostalgia será parte de tu día a día, ella va de la mano con respirar. Les juro que pasa el tiempo, pero la nostalgia es la misma, sigue ahí, pero aprenderás a vivir con eso. Tendrás días buenos y días malos, es parte del proceso y de la vida en general, pero créanme cuando les digo que poco a poco, verán la luz al final del túnel.

Yo creo que una de las cosas que me ayudó a sobrellevar mi proceso migratorio de manera más fácil fue que en el mundo hay gente buena y hay gente mala, y que eso no depende de la nacionalidad, y también, que por muy triste que suene, ya no queda nada de la Maracaibo que dejé atrás hace casi cuatro años.

¿Que si me veo viviendo el resto de mi vida en Argentina? No lo sé, aunque me encantaría decirles que sí, el socialismo ha vuelto y un montón de cosas han cambiado. Pero con el corazón en la mano puedo asegurarles que, si algún día tengo que abandonar Argentina, sea cual sea la razón, mi corazón sufrirá tanto o igual como cuando salí de Venezuela.

Luisana en la Casa Rosada