Yo soy de los pocos que tuvo la suerte de poder salir de Venezuela por decisión propia y no porque fui forzado a hacerlo. Esto es un lujo que no todos tuvieron y una oportunidad que me dieron mis papás. Quiero compartir con ustedes mi historia, desde esta posición privilegiada que tengo y por la cual me siento muy agradecido.

Mi sueño era estudiar historia y política para poder trabajar algún día en organizaciones como las Naciones Unidas, el Fondo Monetario Internacional, u otra organización de desarrollo. Me gané una beca para estudiar para estudiar en Carleton College, en Minnesota, y así fue como salí de Valencia con rumbo a los Estados Unidos en el 2010 a los 18 años. En ese momento me sentía lleno de tristeza, pero cuatro meses después de mi llegada, ya estaba enviándole fotos a mis papás haciendo angelitos de nieve.

Los primeros tres años tuve el lujo de poder regresar a Venezuela en Navidad y compartir con mi familia, pero desde el 2013 no he podido regresar al país por asuntos relacionados con mi visa y mi pasaporte. Lo más difícil de esto para mí ha sido llegar a un punto medio sobre el hecho que soy afortunado de haber podido salir de Venezuela para perseguir mis sueños, pero al mismo tiempo, sentir depresión, nostalgia y tristeza por no poder ver a mi familia. Hay días en los que me siento demasiado afortunado, pero hay otros en donde siento que vivo en una pesadilla que no sé cuándo acabará.

Ya han pasado 10 años desde que me fui de Venezuela. Actualmente tengo 28 años, es decir, que he pasado más de un tercio de mi vida en el extranjero. Terminé mi carrera en el 2014 en matemáticas y francés, trabajé por 2 años en una clínica en Texas y en estos momentos me estoy terminando un doctorado en bioestadística en la Universidad de Arizona. Diez años productivos sin duda alguna, pero también muy duros; la preocupación que siento por mis padres y mi familia que aún está en Venezuela es inexplicable.

Cada vez que entro en mis baches de nostalgia, estrés, y depresión pienso en las oportunidades que he tenido a mi alcance, y que no me queda más que echarle pichón y trabajar muy duro por dejar el nombre de mi país en alto. A veces me presiono mucho a mí mismo, pero siento una obligación por hacer todo lo que esté a mi alcance para contribuir con mi país, porque la impotencia de estar afuera y no poder estar presente te mata poco a poco.

Es por esto que decidí involucrarme con proyectos de la sociedad civil venezolana, y es así como en octubre del año 2019, decidí unirme a la red de voluntarios de Hearts on Venezuela como traductor. A través de esta iniciativa, he podido mantenerme al tanto del sinfín de situaciones que se viven en Venezuela, y que lamentablemente, los noticieros no nos muestran a los que vivimos en el exterior.

Luego, en febrero del 2020, me uní a una ONG llamada Code for Venezuela (C4V) fundada por un grupo de venezolanos en el extranjero unidos por querer usar tecnología para ayudar a combatir la crisis humanitaria y socio-económica que padece nuestro país.

Al igual que el resto del mundo, en este momento nuestra atención ahora esta dirigida hacia la pandemia global, y tenemos dos proyectos activos para ayudar combatir el COVID-19 en Venezuela. El primero es un chatbot (un algoritmo) que desarrollamos en conjunto con Médicos por la Salud para proveer diagnósticos informales y recolectar información geo-espacial para entender la distribución y propagación de brotes y predecir regiones de alto riesgo.

El segundo es un sistema de monitoreo que integra datos del COVID provenientes de múltiples fuentes y crea visualizaciones y análisis de riesgo para que ONGs medicas puedan manejar y utilizar esta información a la hora de dedicar recursos y ayudar a combatir el COVID en Venezuela.

Ya que soy un candidato a un doctorado en bioestadística con experiencia en biotecnología, esta oportunidad con Code for Venezuela me cayó como anillo al dedo. No sólo estoy ayudando a combatir la pandemia en Venezuela, sino que lo estoy haciendo a través del uso de mis conocimientos en mi área de especialidad.

Estas dos experiencias son de esas que te dan esperanza, porque haces parte de una comunidad que representa lo más lindo de Venezuela y te da una segunda familia de venezolanos en el exterior. Te da esperanza en los momentos más oscuros.

Sé que en un futuro cercano (o lejano), podré entrar por Maiquetía, parar en la Victoria en mi puestico de arepas favorito, regresar a Valencia a ver a mi familia, e ir a Chichiriviche y Tucacas a comer empanadas y tomar agüita e’ coco en la playa. Sé que lo que estamos pasando no durará para siempre, y que mientras tanto nos toca mantener la cabeza en alto.

Hay días en los que queremos llorar o gritar o lo que sea y eso está bien, porque a veces debemos dejar que nuestro corazón hable, pero tengamos en cuenta que también habrán días en los que nos tocará sonreír, disfrutar y amar.

Llegarán tiempos mejores y usaremos esta crisis para aprender a valorar más la vida y lo que tenemos. Todas esas cosas que antes no apreciábamos, pero que ahora recordamos, atesoramos, y hasta a veces hasta lloramos.

Como dijo el gran Emeterio Gómez:

Son ya demasiados años de viajar juntos en este tren y cuando la estación en la cual yo me bajaré empieza ya a vislumbrarse, el valor de las amistades se incrementa exponencialmente.

En mi caso, no pienso esperar hasta bajarme del tren para valorar mis amistades y mi familia. Porque me tomó una crisis humanitaria, una pandemia global, años sin ver a mi familia, navidades por teléfono, y pérdidas familiares para aprender de nuevo cómo vivir estando afuera. Madure más rápido de lo que quise, pero también aprendí a vivir mejor.

¿Mientras tanto que hago para no sentirme lejos de casa? Toco el cuatro. En los días tristes, música triste; en los días alegres, música alegre. Sencillo, ¿no? Porque la música me lleva a una Venezuela más bonita, y al tocar el cuatro tengo el honor de compartir a mi Venezuela con quienes no la conocen. Traigo la alegría de Venezuela en una canción, al igual que su nostalgia y tristeza. Me fui de Venezuela, pero al tener mi cuatro, la tengo a ella conmigo y adonde vaya, me la llevaré.