Hoy me miro al espejo y no puedo creer que la persona que tomó la decisión de emigrar de Venezuela sea la misma que les está por contar esta historia. Sin duda alguna las experiencias y decisiones dejan marcas para siempre y se siente genial mirar hacia atrás y decirse “¡chama, lo lograste!”

Nací en Maracaibo, vengo de una familia que me da mucho amor, mi mamá cardióloga infantil y mi papá arquitecto y artista plástico. Una mezcla muy particular dio fruto a dos niñas muy diversas y autosuficientes.

Mi hermana menor siempre tuvo muy clara su película, tomó su camino y decidió ser monja. Por mi lado, luego de un bachillerato lleno de infinitas actividades, presidenta del centro de estudiantes, voluntaria de la cruz roja, parte del equipo de volibol, me visualizaba como una chica con grandes planes de estudiar en el exterior y quizás hasta me veía como ejecutiva de la Unión Europea, ¿quién quita?

¿Qué podría darle un rumbo inesperado a mi vida?

Luego de graduarme con un promedio sobresaliente del bachillerato, mis padres me enviaron a Estados Unidos a estudiar inglés en la (VCU) Universidad de Virginia, durante 7 meses. Regresé y comencé a estudiar Publicidad y RRPP en La Universidad del Zulia, todo iba viento en popa. A los 18 años, estudiaba, daba clases en la Alianza Francesa de Maracaibo, era teacher de inglés en un preescolar y profesora de francés en los cursos de Extensión de idiomas de la Universidad del Zulia. Lo tenía todo calculado. Esperando poder salir del país con algo de experiencia laboral, dinero ahorrado de mi propio trabajo y un título bajo del brazo. ¿Qué podría darle un rumbo inesperado a mi vida?

Una hija.

En mi 5to semestre de la universidad, septiembre de 2014, nació mi hija Abril. Ella llegó no solo para cambiarle el rumbo a mis planes si no para demostrarme realmente lo que soy capaz de alcanzar cuando hay amor de por medio.

La María Gracia perfecta descubrió un poder inmenso que la hace mover el mundo entero si es necesario. Negada a abandonar mi carrera, me abrieron las puertas en el Sistema de Orquestas del Estado Zulia y ahí, el Director General me dio la oportunidad de entrar a trabajar, aunque el sabía que yo tenía una bebé de 3 meses y que iba en la mitad de la carrera. Su decisión fue el inicio de la cadena de sucesos que me trajeron hasta aquí hoy en día.

Pude balancear mis tiempos entre la carrera, amamantar, trabajar y mi separación del padre de mi hija. Entre medio, me gradué CUM LAUDE de la universidad y eso fue espectacular, ser capaz de cerrar ese ciclo con broche de oro.

Dos años más tarde, un director chileno que fue de gira (junto a otros directores) a conocer cómo funcionaba el Sistema de Orquestas en Venezuela, decidió que el proyecto educativo era algo que quería hacer en la Patagonia chilena para que los niños de bajos recursos fueran educados bajo la modalidad de música clásica, con instrumentos y profesores financiados por el Estado Chileno. Así que me invitó a participar e iniciar el proyecto junto a él en el Sur. Sin dudas, acepté. Era la oportunidad de mi vida de comenzar algo nuevo fuera de Venezuela y asi poder brindarle un futuro más seguro y con más posibilidades a mi hija.

Evidentemente, no contaba con los recursos ya que todo se dio de un mes para otro. Hice una campaña llamada “El Sistema Zulia en la Patagonia Chilena”, 22 ángeles hicieron su aporte y hasta el día de hoy sigo en contacto con ellos. Recaudé 3000 dólares y con eso pagué mi pasaje y los otros dos pasajes para regresar y buscar a mi hija después de haberme instalado.

Dicho y hecho. Julio 2017, llegué a Puerto Natales, un pueblito lleno de casas pintorescas, glaciares y lugares prístinos, incluida la octava maravilla del mundo, las Torres del Paine; tenía muchas ganas de comenzar a trabajar y comerme el mundo entero.

¿Había atravesado el continente entero, y dejado a mi hija en Venezuela para encontrarme con esa noticia?

Para mi sorpresa, el proyecto había sido pospuesto ya que el presupuesto había sido congelado debido al cambio de gobierno. ¿Había atravesado el continente entero, y dejado a mi hija en Venezuela para encontrarme con esa noticia? Sin duda lo más sencillo era regresar junto a mi hija y mi familia. Un millón de dudas me invadieron, me veía muy sola en el fin del mundo, pero algo no me permitía detenerme.

A las dos semanas, encontré trabajo en una agencia de turismo y resultó que gracias a mi conocimiento de inglés y francés y la buena voluntad de los dueños, me dijeron que estaba capacitada para ser guía de sus embarcaciones y realizar el recorrido marítimo hasta dos glaciares en el Monte Balmaceda. ¿Qué tal?

Me dieron mi uniforme, una guía de estudios y me dijeron, “navegas mañana, chiquita, estudia harto”. Yo no dormí ese día. Al día siguiente, no podía creer lo que veía. Pasé de la calle Carabobo a navegar en fiordos australes y no solo eso, a creerme el cuento que era una experta del tema.

Empecé a estudiar aves, fauna, flora, glaciología y geología. Con el pasar del tiempo, me convertí en una muy buena guía, apasionada y aplicada. Una experiencia única, además que las personas con las que trabajé fueron incondicionales, me ayudaron mucho en el proceso de estar lejos de mi hija. Una verdadera familia. ¡Ah! Navegando conocí al amor de mi vida, pero eso se los cuento más adelante.

5 meses más tarde, regresé a Venezuela a buscar a mi hija de 3 años y a mi mamá. Abril parecía haber nacido en Puerto Natales, se adaptó inmediatamente al frío (mi mamá no tanto). Luego de dos años, nos dimos cuenta de que mi mamá, al ser cardióloga infantil, tenía más posibilidades de ejercer su profesión en una ciudad más grande y mi novio, igualmente después de 10 años guiando en el sur, también sentía que debía haber cambios. Dicho y hecho. ¡Nos mudamos a Concón! De los glaciares a la playa.

Maria Gracia, su mamá, su novio y su hija

Actualmente, tenemos 2 años de noviazgo, con planes de familia, ¿lo pueden creer? Sin duda, ha sido el compañero perfecto para mi hija, mi mamá y para mí. Hoy en día, mi mamá ejerce como cardióloga infantil en Santiago, yo trabajo en una empresa alemana como especialista en operación de ventas y con todo el tema de la pandemia, fue una bendición haber tomado todas las decisiones que hoy me trajeron hasta aquí. Tengo una estabilidad económica y un desarrollo profesional continuo.

Cuando escribí esto, me di cuenta de que en verdad nunca podemos abandonar los planes cuando cambian inesperadamente de rumbo porque los cambios son buenos si los recibimos con los brazos abiertos. Nos cuesta, pero “no hay mal que por bien no venga”. ¡Es el momento de sorprender a la vida!

Gracias a iniciativas como Hearts on Venezuela que se encargan de dejar huella en el mundo a través de historias, experiencias y anécdotas con las cuáles personas como tú y como yo se puedan identificar y así revivir procesos clave en momentos determinados de la vida, sin dejar de lado nuestras raíces y la problemática que sigue existiendo en Venezuela.


Si puedes contribuir con la causa no dudes en comunicarte con heartsonvenezuela@gmail.com